miércoles, 27 de junio de 2007

CUESTIÓN DE INSISTIR



A lalalá lalalá,
26 motivos y uno más.



Quince gritos que suplican,
una tierra que palpita,
la sonrisa de un recuerdo,
la mentira de un te quiero,una niña que pregunta,unos cuerpos que se juntan.Aleluya.
Aleluya nº 1, Luis Eduardo Aute*




* Canción cantada por Massiel antes de convertirse, apenas envuelta en papel de Courrèges, que pagó ella misma, en la Rosa (Roja y en el Mar) de España. Sucedió en el Royal Albert Hall (Londres, RU) el 6 de abril de 1968 a las 23:35 horas CET. Esto nada tiene que ver con nuestra historia pero parece justificar la dedicatoria. Como suele pasar, nada más lejos de la realidad.

(allegro ma non troppo)
Un reloj con treinta horas.

—¿Pero vas a follar conmigo o no?
—¡Joder! siempre estás con lo mismo a vueltas— le contesta levantándose del sofá-cama y escapando hacia la ventana; apenas un momento para contraatacar— ¿Acaso eres de la gente que le va tirando los tejos a media humanidad como de broma a ver si alguien se lo toma en serio?
—Igual sí, igual no. Pero vale, aceptamos “media” como tipo de preservativo.
—Te pones a la defensiva.
—No, si puede que sea verdad. O sea, que todo es cuestión de insistir...
...
El cartel de no funciona.

Otra conversación, mismo escenario.
—Y cuando se empieza con esos rollos, mal asunto.
—Por eso fue mejor dejarlo. Me llegué a sentir muy mal. Menudo imbécil está hecho.
—Claro, solo hay dos opciones o vives como dices pensar o piensas como decides vivir.
Javier está sentado en la cama, con las piernas cruzadas, no ha escuchado y continúa hablando de Manuel, echando fuera toda la carga que arrastra.

Una piedra en el vacío.

La conversación del otro día que quedó a medias, como todas.
—Hay que joderse con la piedrecita.
—A mí no me hables, que nunca quieres follar conmigo.
—Yo no he dicho eso nunca. Fíjate, hasta estamos sentados en una cama...
—Sí, pero con compañía, así no vale. Entonces... ¿sí follarías conmigo?
Los otros dos se parten de risa.
—Nunca te he dicho que no ni que sí, sino todo lo contrario.
—Ya, eso es lo malo, que te haces el loco y... mmm, con ese cuerpazo que tienes...
—Pues ya sabes: todo es cuestión de insistir.
...
Otra piedra en el sentido.

Finalmente, otro día, un día cualquiera cuya fecha se sabrá en su momento. Al fin y al cabo, ¿a quién le importa la posición exacta de la Tierra en ese día en su trayectoria alrededor del sol?
Cuando separaron sus pieles sudorosas, Javier notó algo duro en la parte baja de su espalda. No en el culo, sino un poco más arriba. Tanteó y sus dedos cogieron el objeto metálico. Era el anillo de Manuel. Lo había dado por perdido.
—Valiente imbécil— pensó.
Es una forma frecuente de resolver problemas de conciencia; consiste en desvalorar y hasta denostar a la contraparte. Funciona. Solo es cuestión de práctica: todo es cuestión de insistir.
Y eso era lo que Javier llevaba días haciendo. Una y otra vez se repetía “valiente imbécil” o cosas parecidas cada vez que Manuel acudía a su memoria.

Una lluvia en el alma.

Parecía mirar al techo. Tenía el anillo en su mano, sin saber qué hacer con él; sin pensar qué hacer con él.
La estridencia de los pitidos que anuncian un mensaje le hicieron aterrizar de nuevo en la calle Pelayo, de la que físicamente no se había movido. Según estaba tumbado en la cama, tomó el móvil con la mano izquierda (sus dedos de la mano derecha continuaban jugueteando mecánicamente con el anillo), pulsó una tecla y leyó el mensaje:
He vist tu coche n la plaza d Vazqez Mella. Tnia la trasera prdida d polvo. Fiel reflejo d su dueño?
Remitente:
Manuel
+34623210125
Enviado:
27 Septiembre 2002
19:39:04

Un incendio en las entrañas.

Arrojó el anillo lejos de él y se puso a borrar el mensaje con rabia. Luego, en la agenda, borró por fin el registro de Manuel. Sabía que el tiempo se encargaría de hacerle olvidar el número. También sabía que no le enviaría más mensajes. Cerró los ojos un momento antes de levantarse y vestirse. Sin embargo, transcurrió un buen rato antes de que se moviera; los pensamientos iban y venían, se sentía incómodo. Cuando se decidió al fin, dio un salto y comenzó a recoger la ropa del suelo.
—¿Ya hay que irse? Me he quedado sopa.
—Sí, he tenido un mensaje de Estefanía, le tengo que llevar unos CD’s. Quédate si quieres. Yo volveré para la cena.
Javier era un mal mentiroso y la frase que acababa de decir no podía ser más forzada. La tensión se notaba en sus movimientos mientras se vestía sentado en la cama.
—No, me voy. Ya sabes que quería ir al cine. Por cierto, te tienes que comprar otra cama.
—¿Nos vemos mañana entonces? Es que no sé si quedar con Ángel.
—Te doy un toque si eso.

Aleluya.

Recogió el anillo del suelo, no llevaba ningún CD encima. Se despidieron en la acera con un beso fugaz y Javier se fue a lavar el coche mientras pensaba frases inconexas.
—La realidad supera a la ficción... un anillo para atraerlos a todos y atarlos... no duele... Mordor donde se extienden las sombras... cualquier parecido con la realidad es... mierda, joder, mierda.
Luego pensó cómo a veces las palabras que cada uno usa condicionan y definen lo que eres.
—Joder, mierda, joder.
O viceversa, gente.
Y viceversa. Cuestión de insistir.

Axios © Axel de la Hoz